viernes, 24 de marzo de 2017

Ray Reardon

Ray Reardon






Traducido por Sylvia Devon Gómez

-No me digas que tienes una historia de snooker. Sólo hay una historia en snooker – Ray Reardon venció a alguien, y eso no es una noticia – así dijo el editor de deportes de un periódico de circulación nacional en el año 1976, y de manera equivocada, resumió el dominio total y absoluto del juego que Reardon había alcanzado en esos días.

Ray había ganado el campeonato del mundo profesional por primera vez en abril de 1970, superando a John Pulman 37- 33 en la final, pero mantuvo el título por sólo seis meses debido a que el campeonato se organizó de nuevo en noviembre de ese año en Australia y Ray perdió con John Spencer, quien siguió ganando el título.

Aunque Ray era el campeón del mundo, un jugador renombrado y un ‘hombre de respeto’, parecía una superestrella insólita. John Spencer tenía más vivacidad, una imagen más moderna, él era el favorito de los fans y la prensa, quienes lo llamaban ‘el Rey Juan'.

Spencer fue 'uno de los muchachos', un hecho muy apreciado por el círculo íntimo de aficionados al snooker, mientras que Reardon había sido un oficial de policía, un hecho que algunos aficionados no apreciaron y que impidió el avance de su admiración, tal vez por temor a que él podría ‘anotar sus datos personales’ si ellos aplaudían demasiado duro.

En aquellos días era una lucha para cualquier hombre establecerse de tiempo completo en la carrera del snooker y aunque en 1972 para Ray era una buena fuente de ingresos, sus primeros días de penuria no estaban lejos y sabía que un solo éxito en el campeonato mundial no lo mantendría en la cima.

El riesgo de que él pudiera volver a sumergirse en las filas y ser un jugador más, nunca estuvo lejos de su mente. Ray era inmensamente afortunado de que su esposa Sue, probablemente la esposa más eficiente en el mundo del snooker, fue capaz de desempeñar un papel activo en los inicios de su carrera como profesional, organizándole la parte comercial.

Ella publicó sus folletos, concertó sus citas y hacia frente al creciente volumen del correo de sus admiradores con la calidez y atención del detalle, lo cual permitió a Ray concentrarse en su snooker, esto constituyo un enorme trabajo de relaciones públicas en su beneficio.

Los promotores, representantes y administradores podían confiar en Sue, y esta administración formal de sus asuntos (bastante inusual en el snooker de ese entonces) significó más que todo decirle al mundo que se trataba de un profesional.

En 1972 el centro de atención pasó de Spencer y Reardon a Alex Higgins y el irlandés joven impredecible atrajo más publicidad de más fuentes de las que nunca habían conocido en el snooker. No toda esta publicidad era buena, no toda agradó a los jugadores de mayor edad, y al poco tiempo, en 1973 Alex fue sancionado con una multa equivalente de US$400 por la WPBSA (The World Professional Billiards and Snooker Association), es decir el máximo organismo de autoridad de snooker, por mala conducta, haberse presentado tarde en los partidos y, como Ted Corbett, el periodista del Daily Mirror dijo, 'por ser Alex Higgins’.

Pero, nos guste o no, la publicidad generada por Alex creó una nueva conciencia del snooker y atrajo a los promotores y al público en número creciente en beneficio de todos los jugadores.

Reardon, el hombre profesional, siguió. Él era el hombre a temer en cualquier torneo. A nadie le importaba jugar contra Alex – ' Él te da tantas posibilidades', pero los jugadores pudieron ver que Reardon había mejorado y pulido su juego, lo cual había sido bastante difícil de superar de todos modos.

En la final del Campeonato Mundial en 1973, Reardon tuvo el peor inicio: la pérdida de la primera sesión de 7-0 con Eddie Charlton. Volvió a ganar las próximas tres sesiones, pero en el octavo período de sesiones, la iluminación para las cámaras de televisión habían sido instaladas.

Ray estaba muy descontento con los efectos de la iluminación y no podía ver bien. En aquellos días, los profesionales no habían tenido mucha experiencia de jugar bajo las luces para las cámaras de televisión y los técnicos de televisión tenían menos experiencia del snooker.

El resultado fue que la iluminación era muy fuerte y, por supuesto, mucho más dispersa que las tres bombillas de una mesa tradicional. El calor de las luces de la televisión habían secado la tela de la mesa y cuando un equipo de televisión llegó para una final, sus luces solían alterar la ‘velocidad’ sobre la mesa.

Incluso cuando los jugadores podían ver las bolas no podían hacer mucho con ellas y tenían que hacer rodar las bolas lentamente porque la tela de la mesa hacia que las bolas se desplazarán más rápido. Hoy en día las luces de la televisión son instaladas al comienzo de un gran torneo para que no haya ese gran cambio en las condiciones durante el juego.

Sin embargo, en esa final del 1973 Ray no estaba contento con las luces y lo dijo al director del torneo, así que la iluminación fue reducida y Ray pasó a tomar su segundo título mundial, superando a Eddie por 38 ‘frames’ a 32.

El incidente con las luces es muy característico de Reardon. Él no era un hombre que sufriera imperfecciones y su carrera ha sido sembrada de protestas y quejas sobre mesas inadecuadas, condiciones insatisfactorias o árbitros ineptos.

Hubo un período en el crecimiento del snooker en el que los promotores pensaban que habían hecho suficientemente bien la organización de un torneo, y que los jugadores deberían pasar por alto inconvenientes, tales como cajas de cerveza en lugar de asientos o marcadores tapados porque alguien colgó su abrigo allí.

En general, los jugadores sufrían en silencio y tenían miedo de que cualquier queja en un gran torneo podría dar lugar a que los patrocinadores se retirarían al año siguiente o, peor, no invitar al quejoso la próxima vez.

Reardon no quiso aceptar nada de eso: tomando su ejemplo de Joe Davis, quien no fue un hombre que sufrió gustoso los defectos, Ray insistió en protestar cuando las cosas no eran de su agrado.

De vez en cuando esto causó disputas enconadas, sobre todo en la final del torneo ‘Watneys’ en Leeds en 1975, él exigió la remoción del árbitro y el marcador, tras cierta confusión acerca de la puntuación en su partido con Alex Higgins.

Los árbitros en esos días eran amateurs, trabajaban prácticamente por nada, sin un medio de compensación reconocido y se pensaba que era injusto por parte de Reardon meterse con ellos. La respuesta a eso era mejorar la calidad del arbitraje en general, no sólo ofrecer la simpatía a los árbitros.

De nuevo, en 1976 las objeciones de Reardon para al árbitro Bill Timms en la final del campeonato mundial llevaron a Timms a retirarse durante la final ‘debido a enfermedad’ y siendo sustituido por John Williams. En este mismo campeonato Reardon, que había jugado todos sus partidos anteriores en Middlesbrough, llegó a la fase final en Manchester y se quejó de la iluminación de la televisión (que era mala) y la mesa (sobre la que otros jugadores no estaban contentos, pero que no habían puesto ninguna queja). Reardon afirmó que la mesa no estaba a nivel y exigió que se pusiera correctamente.

Esta insistencia en la mejora de las condiciones causó sentimientos negativos y resentimientos contra Ray, quien permanecía impasible y poco dispuesto a aceptar menos de lo mejor. Él hizo enemigos, sin duda, pero cuando los jugadores profesionales de hoy dia analizan las condiciones casi perfectas en el Crucible Theatre y otros grandes campeonatos, donde los promotores han tenido en cuenta todos los factores y contingencias ¿estos jugadores trasladan sus mentes a aquellos días, no muy lejanos y murmuran ‘Gracias, Ray.’? Pero si no lo hacen, deberían hacerlo.

Pero volvamos a 1973, y Ray estaba en la cima otra vez. Él era solicitado constantemente y fue uno de los jugadores más populares que visitaban países como Australia y Sudáfrica. En 1974 comenzó a parecer invencible cuando tomó el título mundial por tercera vez, derrotando a Graham Miles en la final.

En 1975 el campeonato del mundo se jugaba en Australia y nadie tenía ninguna duda sobre quién iba a ganarlo. Eddie Charlton, quien afirmaba que nunca se podía jugar su mejor partido en Inglaterra fue el mejor prospecto para derrocar a Reardon, este llegó a la final y, de hecho parecía seguro de ganar el título.

Ray tomó una ventaja de 19-17, pero Eddie tomó ocho frames en secuencia y llevó 28-23. Reardon puso la presión sobre Eddie, y niveló el encuentro 30-30. Un break de 62 en el último frame dio a Ray el título, privando a Eddie de lo que probablemente fue la mejor oportunidad de su vida de ganar el campeonato mundial.

En ese entonces, probablemente, sólo Alex Higgins y Eddie Charlton sinceramente creían que podían vencer a Reardon. Todos los demás, especialmente los jugadores de menor calificación que tenían que ser derrotados en el camino a la final, fueron derrotados antes de que levantaran un taco en contra de él.

John Spencer, su amigo y rival cercano, estaba empezando a perder terreno. Él todavía tenía todo ese don natural, más que Ray. Pero John tenía una actitud despreocupada de la vida y tal vez también de su juego. En muchos de los grandes partidos estos dos jugaban, Ray se perfilaba como el ganador.

Ray Reardon hipnotizó a sus oponentes. Jugaron tiros que no deberían haber elegido, que no harían en otras circunstancias, pero se enfrentaban al ‘Hombre’ y esto les afectó a todos. Y las bolas corrían para él, ya sea por suerte o juicio astutamente oculto, a veces era difícil decir.

John Pulman, viendo a Ray derrotar a un Fred Davis revivido en una final de 1976 de Pontin, quiso saber a qué dios Reardon oró. No era, por supuesto, la suerte. Tampoco era la habilidad puramente profesional. El ingrediente decisivo en Reardon era carácter. Tenía una determinación y voluntad de ganar sin igual desde el apogeo de Joe Davis. Era un aura de autoridad sobre él que lo hizo un hombre aparte. Él era alegre y agradable en compañía de otros jugadores, pero él era Ray Reardon y había un margen de prudente respecto en la actitud de los otros jugadores.

En 1977 el reinado de Reardon como campeón llegó a su fin cuando fue derrotado 13-6 en los cuartos de final del campeonato mundial. John Spencer, mostrando una resolución implacable lo cual había estado demasiado tiempo ausente de su juego, continuó para ganar la corona mundial por tercera vez, derrotando a Cliff Thorburn en la final.

Reardon había llegado al Crucible como gran favorito y hubiera sido un hombre valiente quien pudiera predecir cualquier otro ganador. El propio Joe Davis predijo que Thorburn sería al menos uno de los finalistas. Pero Reardon no contaba con la misma nitidez que lo había mantenido en la cima. La presión de su vida de alta ganancia podría haber cobrado su precio: demasiado tiempo en las autopistas y en la televisión, no pasó suficiente tiempo practicando.

En 1978 sin embargo, Reardon estaba siendo el favorito para ganar el título mundial y él llegó a su sexta victoria, superando a Pierrie Mans de Sudáfrica en la final. El año anterior había sido un contratiempo; la supremacía de Reardon se estableció ahora. ¿O no?

En el Campeonato del Reino Unido en noviembre de ese año fue derrotado por 9-6 con Willie Thorne de Leicester, un partido en el que Ray había sido un 7-1 favorito en las apuestas. En el campeonato de 1979 él perdió 13-8 con Dennis Taylor en el último octavo. Otros títulos importantes fueron ganados por otros jugadores.

Cuando llegó el Campeonato del Reino Unido de 1979 Reardon, quien nunca ha sido partidario de torneos cortos, no estaba dispuesto a renunciar a un lucrativo contrato de exhibición patrocinado por General Motors y por primera vez en su carrera profesional no participó en un gran campeonato británico.

Por supuesto, seguía teniendo altas calificaciones, siendo una gran atracción de taquilla, y nadie organizaría un torneo importante, sin invitar a Ray Reardon. Pero ya no era de dos frames por delante antes de que empezara. Una vez que los jugadores se dieron cuenta de que él podría ser derrotado como cualquier otra persona, sus derrotas llegaron a ser más numerosas.

En el período del mayo de 1978 a febrero de 1981, cuando ganó el Campeonato Profesional galés en Ebbw Vale, Reardon no ganó ninguno de los mayores títulos individuales. Este período se caracterizó por el surgimiento de nuevos jugadores agresivos como John Virgo, Willie Thorne y Patsy Fagan, quienes estaban tratando a Ray como cualquier otro jugador. En este período John Virgo llamó públicamente a Reardon y a Spencer 'los hombres del ayer'.

La burbuja de la invencibilidad se había reventado y como amanecieron los años ochenta estaban Doug Mountjoy, Steve Davis, Jimmy White y otros ganando preeminencia, por lo que es poco probable que las condiciones anteriores, cuando los mejores jugadores sabían todas las fortalezas y debilidades del juego del otro, volverían jamás. Hoy en día hay demasiados jugadores para permitir esto, son demasiado buenos, ¡y no tienen ningún respeto por sus mayores!

¿Puede Reardon reinar de nuevo? La palabra ‘reinar’ mejor describe lo que Reardon hizo cuando estaba en la cima. No se limitó a ganar; él no era ‘solo’ el campeón mundial. Él era, en su supremacía, majestuoso, y estaba más en alto que los otros con tanta seguridad como un monarca en su trono con sus cortesanos debajo.

Es poco probable que alguien vuelva a dominar el juego tan a fondo y durante tanto tiempo como lo hizo Ray; incluso si ahora se dieran todas las señales para mostrar que un cierto joven en Londres podría hacerlo.

¿Puede Reardon ganar el título mundial de nuevo? La respuesta es un cauteloso ‘sí’. ¿Y si no gana? Ha escrito su lugar en la historia del snooker. Él es seguramente uno de los mejores jugadores que el mundo haya visto jamás. Su récord no será fácilmente superado. Reardon mostró a una generación entera de lo que hay que hacer para jugar como un campeón, para vivir como un campeón. Ese será su legado.



Pero aún más, Reardon es un profesional, y el término se une a él con un significado especial: su conducta, su porte, su personalidad y su carácter hicieron más que las de cualquier otro hombre para mejorar el estatus de los jugadores profesionales del snooker para tener el alto nivel de respeto público que gozan hoy.